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de los principios de su carrera y dijo:
Date la vuelta, Lori.
Ella le había estado escuchando con rostro inexpresivo. Ahora se mostró sorprendida,
pero obedeció. Se le veían en la espalda frescos verdugones, destacando sobre la piel
blanca como muestras de una horrenda crueldad.
Lori se volvió de nuevo a él, interrogadoramente.
Tus graciosas amigas, las Supremas Altezas dijo con amargura , están
anticuadas. En nuestro ejército ya no se usa el látigo en absoluto la mandó un beso a
través de la puerta transparente y dijo ; Estoy cansado, Lori. Necesito dormir. Será mejor
que tú también te retires a descansar.
Dio media vuelta y se tendió en la mullida plancha. Lori continuó donde estaba, sin
moverse. Dave cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir un minuto más tarde, la puerta
estaba de nuevo, negra y sólida.
Escuchó atento y le pareció oír débil el chillido de una espiral retrocediendo por el
pasillo.
Se quedó tumbado, preguntándose qué serían en realidad las espirales. Al principio
parecían meros traductores, semi-animados, pero presumiblemente mecánicos y
dependientes para su transporte de una especie de sombrerera que portaba una de las
Lyru. Pero aquí, tras haberlos visto, aquellos sacacorchos actuaban como cosas
independientes, comandando un pelotón de mujeres guerreras, funcionando como
grandes visires en la corte de las ridículas «Supremas Altezas» y, finalmente,
interrogándole a través de Lori en la creencia de que hablaría a la joven con más libertad
que a las Crones. ¿Eran aquellas criaturas con razonamiento propio un eslabón de enlace
en la cadena del mando entre las Crones y las Lyru? ¿O se limitaban a ser una mera
extensión de la personalidad de las ancianas mujeres? Se durmió preguntándose todo
esto.
Un sordo batir metálico en alguna parte del interior de la nave le despertó. Oyó el sonar
apagado de pies corriendo en el pasillo exterior. Luego silencio. Se levantó y fue hasta la
puerta a escuchar. Durante un largo rato no percibió nada más, luego captó tenues
pisadas y la parte superior de la puerta se hizo transparente. Lori había vuelto.
Estaba de pie, con un dedo sobre los labios y la otra mano apoyada en la pared
próxima a la puerta. Apretó dicha mano y cesó la transparencia.
Dave había estado apoyado contra el panel superior cuando éste se desmaterializó y la
cabeza saltó hacia el pasillo. El corredor se hallaba vacío a excepción de la muchacha. Ni
se veía una espiral ni tampoco el resplandor propio de ellas.
Lori hizo un gesto con la cabeza y Dave saltó por encima de la parte sólida de la
puerta.
No hables dijo ella . Sígueme.
Le condujo sin ocultarse pero en silencio por el corredor y doblando una esquina hasta
una habitación cuya puerta estaba abierta. Ella miró dentro, luego arrastró a Dave tras de
sí y cerró. La estancia parecía una tienda donde se vendiera metal trabajado, con pilas de
material plateado desparramadas por el suelo. Pero entonces vio que eran uniformes
metálicos de las Lyru y que aquello debía ser una lavandería o una tintorería. Una caldera
estaba apoyada contra la pared del extremo opuesto y se veían colgadores con uniformes
limpios, ordenados según los tamaños y tallas.
Lori midió a Dave con ojo experto y descolgó uno da los uniformes. Colocó la falda
sobre la cintura del periodista.
Espera un momento protestó él.
Quieres escapar, ¿verdad? preguntó ella. Su expresión era en extremo seria,
presumiblemente para, evitar romper a reír a carcajadas.
Sí, pero ha de haber un medio mejor que éste.
No tenemos tiempo de discutir, David Hull. La espacionave está metida en un
ataque. Reina la confusión y si nos damos prisa podremos salir sin ser vistes. Pero
amanece y el único modo de que salgas del navío es disfrazado de Lyru.
¿Un ataque? ¿Qué clase de ataque?
Cañones grandes dijo ella . Lo verás tú mismo pronto si te muestras razonable.
Vamos, ponte esto le entregó una falda plateada y unos sostenes.
Tomó las prendas con aire de duda.
¿Vendrás conmigo?
Sí, si me llevas Lori le miraba fijamente a los ojos.
Pues claro que te llevo. Está bien, reprimiré mi orgullo varonil se puso la falda y tiró
de ella para subir la cintura de la prenda por encima de sus caras.
Encima de las ropas que llevas, no, tentó dijo Lori . Quítatelas primero. No
miraré.
Empezó de nuevo a protestar, luego se resignó ante la extraña situación. La falda le
sentaba como un tiro pero aún le quedaba peor el sostén, flojo y deshinchado en su tórax.
Escondió sus ropas con el debajo de una pila de uniformes sucios de las Lyru y se echó
una mirada a su ridícula figura.
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