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dbilmente al sillón. Ca... ca... ca. No iba a llegar nunca al fondo?
Al fin, comprend que la causa de aquellas sensaciones era, simplemente, la falta de
gravedad. La mquina funcionaba! Aquello barrió de mi mente los ltimos asomos de
duda. Me embargó una inexplicable alegra.
Volaba lejos de la Tierra. Volaba.
Tal idea pareció alterar como por ensalmo mis sentidos. La nusea espantosa y el
mareo fueron desplazados por una oleada de regocijo. De ligereza. Me invada una
sensación de poder y bienestar que nunca haba experimentado.
Me levant del sillón y flot, en vez de caminar, hacia una de las ventanillas.
Ya estaba a una altura considerable. Tan alto, que la Tierra se presentaba a mis ojos
como una planicie oscura y nebulosa bajo la claridad lunar. Vi muchas luces; hacia el
oeste, el cielo en brasas sobre Nueva York. Pero ya no me fue posible distinguir las luces
de la mansión de mi to.
La mquina se haba elevado a travs del tejado abierto del cobertizo. Volaba,
conforme haba previsto la teora! Mi aventura empezaba bien.
Mientras miraba, la Tierra iba alejndose visiblemente. Se convirtió en un gran cuenco
cóncavo de plata empaada. La extensión abarcada se dilató al paso de los minutos. Y
repentinamente, adoptó forma convexa. Una inmensa esfera oscura baada por una
plida luz gris.
Una hora despus, cuando los instrumentos me indicaron que me encontraba ms all
de la menor traza de atmósfera, regres a la consola y aument la energa, poniendo el
cursor del reostato en el ltimo contacto. Mir los mapas y el cronómetro. Segn los
clculos de mi to, deba navegar cuatro horas con esa aceleración antes de reajustar los
mandos.
Regres a la ventanilla y observ con espanto la Tierra, que acababa de ver como
inmensa esfera gris plata inmóvil.
Giraba locamente, en sentido invertido!
Los continentes parecan huir debajo de m. A la altura a que me hallaba, poda ver
gran parte del globo. Asia, Norteamrica, Europa, nuevamente Asia. Pasaban en cuestión
de segundos.
Era de locura! La Tierra giraba en pocos instantes, y no en veinticuatro horas como
hubiera sido normal. Y lo haca en sentido contrario! No era posible dudar de lo que vean
mis ojos. Mientras miraba, el planeta pareció girar an ms rpido. Cada vez ms rpido!
Los contornos de los continentes se difuminaron en vertiginosa confusión.
Apart los ojos de la Tierra enloquecida, espantado. El firmamento era muy negro. Y
las estrellas circulaban por l, con movimientos visibles!
Entonces me fij en el Sol, que corra por el espacio como un corneta llameante. Al
instante desapareció de mi campo visual y se desvaneció. Volvió a aparecer. Desapareció
de nuevo. Su movimiento era cada vez ms rpido.
Qu poda significar aquella revolución aparente del Sol por el cielo? Record que
eran, en realidad, la Tierra y la Luna las que giraban alrededor del astro. Por consiguiente,
haba pasado un ao! Pero, cómo podan transcurrir aos en un lapso de tiempo que,
segn mi cronómetro, era de segundos?
Otra cosa extraa. Logr identificar las constelaciones del Zodaco, que el Sol iba
recorriendo a toda velocidad. Pero lo haca en orden invertido! Del mismo modo que la
Tierra giraba hacia atrs!
Pas a otra ventanilla y busqu la Luna, mi objetivo. Flotaba inmóvil entre las estrellas
enloquecidas. Pero en su luz haba una oscilación mucho ms rpida que el fulgurante
paso del Sol a travs de los cielos enrojecidos. Me sorprendió, y luego comprend que
estaba viendo crecer y menguar la Luna al ritmo velocsimo de sus fases. Los meses se
atropellaban con tal rapidez, que pronto la oscilación se convirtió en una mancha luminosa
gris.
El paso relampagueante del Sol se hizo ms rpido. Hasta que no fue sino un cinturón
de llamas en un cielo desconocido, donde las estrellas se movan y bailaban como seres
vivos.
Un universo enloquecido! Soles y planetas que rodaban desvalidos al azar de una
tormenta cósmica! La mquina desde donde miraba era el nico lugar sensato en un
mundo desbocado!
Entonces mi razón acudió a socorrerme.
La Tierra, la Luna, el Sol y las estrellas no podan haber enloquecido. El problema era
mo! Mis sentidos haban cambiado... La mquina...
Lo pens, despacio, hasta asegurarme de que haba comprendido la verdad.
El tiempo, el tiempo real, se mide por los movimientos de los cuerpos celestes. Un da
es el tiempo que tarda la Tierra en girar una vez sobre su eje. Un ao, el perodo de su
revolución alrededor del Sol.
Esos intervalos se haban acortado tanto, segn mis sentidos, que era imposible
distinguirlos. As, pues, los aos innumerables discurran hacia atrs mientras yo flotaba
en el espacio, aparentemente inmóvil!
Increble! Pero la conclusión era insoslayable.
Y el movimiento aparente de la Tierra y el Sol se produca en sentido inverso.
Ello significaba que estaba retrocediendo a travs de las edades. Sólo el pensarlo me
daba escalofros! Avanzaba a una velocidad incalculable hacia el pasado.
Record algunos artculos de revistas sobre la naturaleza del espacio y el tiempo, que
antao haba ledo distradamente. Una conferencia. Haba sentido alguna curiosidad
hacia el tema, aunque mis conocimientos no pasaban de ser los de un aficionado.
El conferenciante haba definido nuestro universo en trminos de espacio-tiempo. Un
continuum de cuatro dimensiones. Haba dicho que el tiempo era la cuarta dimensión.
Una dimensión tan verdadera como las tres que forman lo que denominamos espacio, y
no bien diferenciada de stas. Una dirección por donde el movimiento poda llevar hacia el
pasado o hacia el futuro.
Haba afirmado que todo recuerdo es un tanteo a lo largo de esta dimensión,
perpendicularmente a las otras tres del espacio. Los sueos, los recuerdos vividos,
insistió, trasladan la conciencia a lo largo de esta dimensión hacia la realidad pasada,
hasta que el cuerpo, arrastrado implacablemente por la corriente del tiempo, vuelve a
adelantarla.
Entonces record que los ingenieros de mi to se haban negado a probar la mquina.
Record la advertencia de Gorton. Segn ellos, Muller haba afirmado que la mquina se
movera por una cuarta dimensión, fuera de nuestro mundo. Haba construido modelos a
escala reducida, y stos desaparecieron tan pronto como fueron puestos en marcha.
Comprend que Muller tena razón. Sus modelos haban desaparecido porque fueron
trasladados al pasado. Haban dejado de existir en el tiempo presente.
Ahora yo me mova en esa cuarta dimensión. La dimensión temporal. Y a gran
velocidad, pues los aos pasaban tan rpidos que no poda contarlos.
Se me ocurrió que la inversión de la gravedad deba ser un efecto secundario de aquel
cambio de sentido en el tiempo. Pero no soy cientfico, y no puedo explicar el Efecto
Conway mejor que mi to, pese a todas las maravillas que ha trado a mi vida.
Al principio fue espantosamente extrao y alucinante.
No obstante, al hallar la explicación de las locas cabriolas de la Tierra, el Sol y la Luna,
as como del rpido cambio de las constelaciones, dej de estar asustado. Pude observar
con alguna ecuanimidad el firmamento en ebullición al otro lado de los tragaluces. Me
dediqu a estudiar el programa que haba preparado mi to, y reajust el reóstato cuando
el cronómetro indicó el momento previsto.
Luego tuve hambre. Hice unas tostadas en el hornillo elctrico, cort un buen pedazo
del queso que encontr entre las provisiones, abr un termo de chocolate humeante y
com con buen apetito.
El espacio que me rodeaba segua igual cuando termin. Las estrellas erraban
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